Historia Semana Santa Lorca

La Semana Santa de Lorca no se entiende sin la propia historia de la ciudad. Desde las antiguas cofradías barrocas ligadas a los conventos franciscanos y dominicos hasta los actuales desfiles, Lorca ha ido modelando una celebración única en el mundo, donde la devoción se mezcla con el espectáculo y el patrimonio textil.

Virgen de los Dolores del Paso Azul saliendo de San Francisco en la Semana Santa de Lorca
Salida de San Francisco de la Virgen de los Dolores, Paso Azul, en la Semana Santa de Lorca. Autor: Awuachumele, Wikimedia Commons, dominio público.

Ya en el siglo XVIII se tiene constancia de hermandades como la Cofradía de la Vera Cruz y Sangre de Cristo, germen de los actuales pasos. Pero es en el siglo XIX cuando se consolidan las cofradías tal y como hoy las conocemos: el Paso Blanco y el Paso Azul se reorganizan y empiezan a dar forma a los grandes cortejos de Jueves y Viernes Santo; a ellos se suman el Paso Encarnado, el Paso Morado, el Paso Negro y el Resucitado, completando el ciclo procesional. 

La gran singularidad lorquina nace entonces: los Desfiles Bíblico-Pasionales. En lugar de centrarse solo en escenas de la Pasión, Lorca incorpora episodios del Antiguo y del Nuevo Testamento, personajes históricos, carros de inspiración romana y egipcia y una presencia protagonista del caballo. La arena de la avenida Juan Carlos I se convierte en un auténtico “circo bíblico”, con cuadrigas a galope, carrozas monumentales y miles de figurantes organizados militarmente por cada paso. 

Paralelamente se desarrolla el otro gran sello de identidad: el bordado lorquino en seda y oro. Desde mediados del XIX, los estandartes, mantos y banderas del Paso Blanco y el Paso Azul se enriquecen con complejas escenas bordadas a mano, hasta el punto de que estos textiles han sido declarados Bien de Interés Cultural, y su “Arte del Bordado Lorquino” aspira a ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Hoy, los museos de bordados de ambos pasos conservan piezas históricas y cada año se incorporan nuevos estrenos salidos de los talleres locales. 

El resultado de esa evolución es una Semana Santa que combina devoción popular, competición simbólica entre blancos y azules y una fuerte dimensión artística y turística. Desde 2007 está reconocida como Fiesta de Interés Turístico Internacional, y en las últimas ediciones ha llegado a reunir a centenares de miles de visitantes, con los palcos llenos y una gran repercusión mediática. 

Pero, por encima de los datos, la historia de la Semana Santa de Lorca es la historia de un pueblo que se ha volcado generación tras generación en sus pasos, en sus bordados y en sus caballos. Cada nuevo manto, cada personaje que se suma a los desfiles, cada restauración de una carroza sigue “bordando” esa tradición y explica por qué, más que una fiesta, la Semana Santa es para los lorquinos una forma de identidad compartida.